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Y el trabajo social ¿Para qué?

Written By Samuel Ortiz on domingo, 24 de mayo de 2015 | 0:41



Soy un trabajador social desentantado, en un desencantamiento que empezó a bajar en caída libre desde el segundo día que empecé a formarme como profesional: vacíos cognitivos, ocupacionales y de proyección fueron ampliándose con el pasar de los semestres.

Me gradué hace 6 años y hasta hoy el diagnóstico no ha sido alentador. Cuando recibí mi cartón que me acreditaba como profesional en el área me lancé al mundo laboral que de por sí en Colombia tiende a ser hostil, desagradable y desmotivante.

Mi primer contacto se hizo con una fundación que requería dentro del perfil que buscaban que tuviera pase de tercera categoría, por aquello que además de realizar visitas y estudios de caso, debía ser el conductor de la institución. Luego de la entrevista me llamaron con la propuesta que me vinculara (por un millón de pesos como contratista) y que me "ayudarían" a sacar el pase descontando de mis honorarios el valor del mismo. Obviamente rechacé la oferta.

Ese bizarro evento no detuvo el fuego que ardía por querer transformar la sociedad desde adentro, de entender las problemáticas sociales y contribuír con mi conocimiento y experticia profesional en el progreso de mi país y enfoqué mi mirada al campo público.

Entre tantos envíos de hojas de vida sin respuesta en el ingrato (hasta peligroso) sistema de Computrabajo (peligroso, pues expones tus datos personales y referencias a empresas y fundaciones que ni sabes si existen) encontré una convocatoria de la Organización Internacional para las Migraciones que me vinculó al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, institución pública apetecida por colegas por el buen quéhacer profesional que ahí se desarrolla.

Me trasladé a la ciudad de Cali y ahí empecé a trabajar en dos defensorías de familia bajo la figura (más que una figura, una chequera en blanco para la politiquería) de prestación de servicios en tres contratos: uno de julio a septiembre de 2013, otro de noviembre a diciembre de 2013 y finalmente uno de julio a diciembre de 2014.

Mi desempeño fue exitoso gracias a la pericia que se obtiene en el campo y del alcance legal de las acciones pero con la inestabilidad y la zozobra de la manera de contratación pues en el Valle del Cauca el Instituto no es más que un fortín político para obtener votos, votos que van exactamente al Partido de gobierno y más exactamente al juego político de Dilian Francisca Toro. La falta de aval de ese partido marcó mi partida de allí a lo que me sometí a estar cuatro meses sin trabajo.

En esa inestabilidad entre enero y marzo de 2014 (periodo que quedé por fuera de ICBF) la única oferta que obtuve (palanqueada) fue trabajar en el sector de los hidrocarburos, en un proyecto de una empresa de exploración sísmica que me llevó a un proyecto a 5 horas de Puerto Gaitán (Meta) donde las jornadas excedían las 12 horas (sin pago de horas extras a pesar que era contrato por obra-labor) en unas condiciones que no permitían un buen ejercicio profesional. Renuncié y estuve tres meses sin trabajo hasta que ICBF me volvió a contratar.

Luego de la experiencia en ICBF llegué a trabajar con la Secretaría de Educación de Bogotá en el mes de abril como docente provisional de Ciencias Sociales en un colegio oficial y allí permanecí durante mes y medio (en las que se incluyó dos semanas de un paro nacional que fracasó ante la mala negociación y la manipulación de Fecode para satisfacer objetivos personales de sus directivos).

Ahora, me encuentro desempleado de nuevo. La Secretaría no me ha pagado en todo este tiempo pues la rectora quien se opuso al paro buscó la manera de afectarme al participar del mismo (del que participó el 80% de los docentes de la institución) y es aquí donde me pregunto "Y el trabajo social ¿Para qué?" de qué sirve profesionalizarse en algo tan altruísta como es esta carrera.

Podrá sonar mi discurso desalentador y algo pesimista pero es lo que he vivido desde que obtuve mi título profesional a los 26 años, el cual con esfuerzo físico, mental y económico logré. El resto de mi vida trabajé como programador de páginas web lo que me ofreció estabilidad por muchos años, pero por haber optado el ejercicio de mi profesión debí dejarlo.

¿Qué queda por hacer? Entrar de nuevo al ejercicio desgastante de buscar trabajo palanqueado o en el azar de portales como ElEmpleo y Computrabajo compitiendo no sólo con colegas sino con el sinnúmero de psicólogos, antropólogos, sociólogos, comunicadores sociales, educadores con sus respectivos títulos profesionales (recién egresados y otros con basta experiencia) y algunos con baratos títulos técnicos (no lo creía pero hay técnico en trabajo social).

Hace más de un mes asistí (como lo hizo más de 5.000 personas) a la sede de la Secretaría Distrital de Integración Social para el Registro de Propopentes para trabajar en atención a primera infancia para entregar mi hoja de vida. Mi permanencia en el Edificio del Centro Comercial San Martín (donde queda la sede de la SDIS) duró 10 minutos, llegué a las 6:00 AM y las 6:10 AM me fui de allí al encontrarme con una fila que superaba la manzana (la primera persona en la fila había llegado a las 5:00 PM del día anterior) y se indicó que sólo atenderían a un puñado de personas, a lo que la gente reaccionó con impotente violencia (a punta de carpetazos). A los dos días salió el presidente con una cifra de un dígito que le dió el DANE sobre desempleo.

Cuando me preguntan que en qué área soy profesional generalmente la respuesta es "ow que labor tan bonita" y quizá si es muy "bonita" pero con dinero para irme de voluntario a Nepal, o habiendo nacido en Suecia para ayudar en África. Lamentablemente el costo de vida que maneja Colombia y la forma en que se contrata aquí, lo "bonito" se va al carajo a la hora de mercar, pagar un arriendo (pues pensar en casa propia es una utopía) y pagar obligaciones. Ningún banco me presta dinero porque no tengo estabilidad laboral y quizá creen que lo que hago es "bonito" pero eso no paga las cuotas de una tarjeta de crédito o de un préstamo.

Hoy cuando va despuntando el mes de mayo de 2015 veo que por más trabajo altruísta y noble que sea mi profesión las cosas están manejadas por esferas tan altas e invisibles que siento que lo que hago no va a ninguna parte: programas asistencialistas que hacen más pobre al pobre pues además de su necesidad económica, aumenta sus carencias de visión y proyección: alimentando una masa de ignorancia maleable para cualquier circo electoral. Que los problemas de delincuencia en adolescentes no se van a solucionar mientras la Ley de Infancia y Adolescencia no tenga una legislación seria ante el castigo al quebranto de las normas y que deje de ser un brazo armado para personas poderosas que les interesa ejercer el sicariato con guantes blancos: el poderoso da la orden y el adolescente de barrios marginales (y oportunidades marginales) jala el gatillo. Es curioso que en una ciudad como Bogotá a mayor nivel de programas sociales, mayor nivel de delincuencia e inseguridad. Un coctel vulgar de cómo se manejan políticamente los asuntos sociales para beneficio de unos pocos, sea en temas de contratación o en temas de manipulación en las urnas.

Entonces, el trabajo social en Colombia ¿para qué?

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